Será
la sugestión de los lugares, será un cierto
aire encantado(estábamos por decir ìmísticoî)
que se respira por todos lados,pero quien visita Umbría
termina antes o después pensando: San Francisco,
el grande,suave, tierno, poético santo del regocijo
y de la Umbriadocilidad, tenía que nacersólo
aquí, en Umbría. En estos lugares de naturaleza
siempre verde,encantadora, radiante. En estas ciudades
donde el concepto de ìcentro históricoîparece
ser inadecuado, restrictivo, visto la difusión
del componente monumental yartístico en la gran
parte de los centros de Umbría. Perusa, por ejemplo,
lacapital de la región. Solo describiéndola
uno se puede extraviar en la riqueza,complejidad y magnificencia
de sus obras arquitectónicas y de sus tesoros
de arte:
De
losmuros etruscos al espléndido palacio Gallenga,
sede de la prestigiosa universidad paraextranjeros y
muchos otros edificios y monumentos históricos
que se encuentran en la centralplaza IV Noviembre, ya
por sí misma colmada de preciosidades arquitectónicas
yartísticas como la fuente Mayor, el magnífico
palacio de los Priores. Lo mismo sucedepara la espléndida
Gubbio, rica de memorias franciscanas
y de monumentos de épocamedieval y renacentista.
Y también Todi, Spello, Espoleto, Orvieto, Ciudad
de Castello ymuchas otras ciudades: centros embellecidos
magníficamente por monumentos, palacios, iglesiasde
cualidades artísticas inestimables. La misma
Terni, moderna ciudad industrial, poseeverdaderas joyas
como las iglesias de San Salvador y San Francisco y
en sus cercanías, unaobra maestra de la naturaleza
como la espectacular catarata de las Mármoras.
Para terminar,Asís, la ciudad natal de San Francisco
(y de Santa Clara, fundadora del orden de las Clarisas),una
de las metas cristianas universalmente más conocida
y frecuentada por los peregrinos.Imposible no visitarla
personalmente.